Monday, October 12, 2009

Derramemos nuestros corazones delante de El

¿Qué tan íntima es tu vida de oración? ¿Eres tú abierto(a) y honesto(a) con el Señor cuando hablas con El?

Muchos creyentes no alcanzan una mayor intimidad con el Señor debido a que les da temor ser honestos y vulnerables delante de El. Lo que a veces sucede es que ellos quieren que Dios vea que son obedientes y que confían en El, por lo que esconden sus dudas, sus miedos y conflictos cuando están en Su presencia. Pero esto sólo lleva a un falso sentido de espiritualidad y a una falta de verdadera intimidad con el Salvador.

Cuando leemos las oraciones de hombres y mujeres de Dios en la Biblia, vemos que ellos no tenían temor de derramar sus corazones delante de El. Ellos no estaban preocupados en "guardar apariencias" ante Dios o en darle la impresión de ser "súper espirituales". Ellos entendían que en Su presencia tenían la libertad de expresar sus sentimientos más profundos, por lo cual se atrevían a alegrarse, a llorar, e inclusive a quejarse ante El. ¡Verdaderamente ellos encontraban su refugio en El! Ellos aplicaban a sus vidas aquello a lo que David nos invita a todos en el Salmo 62:8, cuando escribe:

"... ¡Derramad delante de él vuestro corazón! ¡Dios es nuestro refugio!" (RVR 1995)

En el Salmo 38 tenemos un ejemplo maravilloso de cómo David aplicaba este principio a su propia vida. Lee la siguiente oración:

"Estoy ardiendo de fiebre; no hay nada sano en mi cuerpo. Me siento débil, completamente deshecho; mi corazón gime angustiado. Ante ti, Señor, están todos mis deseos; no te son un secreto mis anhelos... Mis amigos y vecinos se apartan de mis llagas; mis parientes se mantienen a distancia. Tienden sus trampas los que quieren matarme; maquinan mi ruina los que buscan mi mal... Yo, Señor, espero en ti; tú, Señor y Dios mío, serás quien responda." (Salmo 38:7-12, 15 NVI)

Nota, primeramente, la honestidad de David. El no tiene temor de decirle a Dios la verdad de cómo se siente, y nosotros tampoco deberíamos tenerlo. El no está tratando de lucir bien o de sonar como si tuviese mucha fe; él está desesperado y quiere que Dios lo sepa. ¡El está derramando todo su corazón ante Dios!

Luego nota cuan detalladamente David describe lo que le está sucediendo. El no solo dice: "Señor, pongo mis problemas en tus manos; ayúdame." Más bien, él habla con el Señor acerca del dolor en su espalda, acerca de su falta de fuerzas, del rechazo de sus amigos, etc. El habla con Dios como si fuera aquel buen amigo al que uno llama por teléfono cuando necesita desahogarse, y nosotros deberíamos hacer lo mismo.

Por ejemplo, en vez de sólo decir: "Señor, ayúdame con mis problemas", o: "Señor, bendice, mis planes y mis sueños," tomémonos el tiempo para hablar con Dios acerca de esos problemas o acerca de esos sueños. Hablémosle al Señor sobre nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, sobre nuestras esperanzas y nuestras frustraciones, nuestras victorias y fracasos. Recuerda que sea que tengamos dudas, resentimiento, si estamos preocupados o inclusive si nos sentimos tentados a cometer un gran pecado, podemos ser honestos con El y traerlo todo humildemente ante Su trono sabiendo que El no nos rechazará. Después de todo es allí, en Su presencia, que somos cambiados, renovados, fortalecidos, guiados y rescatados.

La Biblia enseña que Dios es nuestro Amigo (Jn. 15:13-15), nuestros Papá (Rom. 8:14-16), nuestro Amado (Rev. 19:7-8), y nuestro Dios (Jn. 20:17). Es por eso que siempre podemos ir a Su presencia confiadamente, pues allí siempre hallaremos de Su gracia su socorro.

Amado(a) Aprendamos a siempre derramar nuestros corazones sin reservas ante Dios! Yo creo en mi corazón que es cuando alcanzamos este nivel de intimidad con el Señor, que podemos experimentar la plenitud de lo que David quiso decir cuando escribió: "... me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha." (Sal. 16:11 NVI) ¡Amén!

En el amor del Señor,

Miguel A. Cañete
Tomado de: Vientos de Avivamiento.

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