Monday, October 12, 2009

Viviendo en el primer amor

¡Es tan fácil enfriarse espiritualmente! De hecho, es posible trabajar duro para el Señor y aun padecer persecución por El, sin darse uno cuenta de que ha dejado su primer amor. Esto es lo que le pasó a los Efesios, a quienes Jesús se dirige en Apocalipsis capítulo 2. En los versos 2 y 3 el Señor les alaba por su arduo trabajo, su perseverancia, por no tolerar la maldad, por probar a aquellos que decían ser apóstoles y no lo eran, y hasta por sufrir penalidades por el Evangelio sin desanimarse. Sin embargo, ellos habían cometido un gran pecado; un pecado que aun amenazaba su existencia como iglesia. En el versículo 4 leemos:

"Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor." (RVR 1960)

No sabemos exactamente cómo sucedió. Aparentemente, en algún momento, en medio de todo su trabajo para Dios, sus corazones comenzaron a enfriarse y perdieron su pasión por Cristo, la sed por su presencia, y el hambre por su Palabra. Y aunque le siguieron siendo fieles, en sus corazones lo abandonaron. Todo esto sucedió tan sutilmente que ellos ni se dieron cuenta de lo que les había pasado.

Es importante entender que lo mismo le puede ocurrir a cualquiera de nosotros hoy. Podemos estar bien envueltos en las actividades de la iglesia, tener un buen testimonio, e inclusive llegar a soportar persecución por Cristo; todo esto sin darnos cuenta de que ¡hemos dejado nuestro primer amor!

Es por eso que es tan importante que nos examinemos con frecuencia, confrontándonos a nosotros mismos con preguntas como: ¿Soy yo más tolerante del pecado de lo que solía serlo? ¿Anhelo meditar en la Escritura tanto como antes? ¿Deseo estar en la presencia de Dios tanto como una vez lo hice? ¿Le doy tanta importancia como solía hacerlo a lo que Dios piensa de mis acciones?

Preguntas como estas nos ayudarán a darnos cuenta si hemos perdido nuestra pasión por Dios. Y si la hemos perdido, debemos, urgentemente, seguir las instrucciones que Jesús prescribió a los creyentes de Efesos en Apocalipsis 2:5. Veamos lo que les dijo:

1) "Recuerda, por tanto, de dónde has caído..."

En otras palabras, miremos atrás y recordemos cómo era nuestra vida espiritual cuando andábamos en nuestro primer amor. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué buenos hábitos hemos quebrantado? ¿Qué costumbres negativas hemos adoptado?

2) "... Y arrepiéntete..."

Una vez que entendemos en qué hemos fallado, tenemos que confesarlo a Dios y arrepentirnos de todo corazón.

3) "... Y haz las primeras obras..."

Tenemos que retomar aquellas costumbres que una vez mantuvieron viva nuestra relación con Cristo. Disciplinas como la oración, el ayuno y la meditación diaria en las Escrituras, las cuales solían avivar nuestro amor por El.

4) "... Pues si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar."

No sabemos con exactitud qué pasará si no nos arrepentimos. Pero lo que sí es seguro es que habrán consecuencias.

Querido(a) amigo(a), es mi esperanza que esta carta te encuentre profundamente enamorado(a) del Salvador. Pero si tú eres uno(a) de los muchos creyentes cuyo amor por Dios ha menguado con el correr del tiempo, te invito a que regreses a tu Señor y a que renueves tu compromiso con El. No dejes que el mundo, tu carne o el diablo te roben la bendición de amarle con todo tu ser. ¡Hemos sido creados para amarle! Y nunca somos tan felices como cuando cumplimos ese gran propósito. Así que ve al Señor, confiésale tu pecado y decide deshacerte de todo aquello que ha alejado tu corazón de El. De esta manera experimentarás, nuevamente, la vida abundante que El ha prometido a los que le aman. (Jn. 10:10). ¡Quiera Dios que vivamos siempre en la plenitud de nuestro primer amor! ¡Amén!

En el amor del Señor,

Miguel A. Cañete
Tomado de: Vientos de Avivamiento.

No comments:

Post a Comment