Monday, October 12, 2009

Un escudo contra las tinieblas

La Biblia enseña que tenemos un enemigo feroz. Uno que "como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar." (1 P. 5:8 RVR 1960) Uno cuyo deseo es atacarnos una y otra vez hasta poder despedazarnos como un león a su víctima. Pero, ¿puede Satanás atacarnos cada vez que así lo desee La Biblia enseña que no. Juan escribe que al cristiano, "Aquel que fue engendrado por Dios [esto es, Cristo] le guarda, y el maligno no le toca." (1 Jn. 5:18b RVR 1960) De manera que el diablo no nos puede atacar a menos que Dios, en su soberanía, se lo permita. Sin embargo, me temo que muchos creyentes están convencidos que Satanás les puede atacar cada vez que quiera. Algunos llegan al extremo de pensar que si el carro se les daña, si la computadora no les funciona, o si tienen cualquier otro problema, es por causa de un ataque satánico. Pero, ¿cómo encaja esta mentalidad con la enseñanza bíblica de que el diablo no puede ni tocarnos? ¡Pues, no encaja! Sin embargo, por alguna razón a muchos de nosotros nos cuesta creerle a Dios en este sentido.

El problema con esta falta de fe es que la Palabra de Dios enseña que la fe es nuestro escudo contra los ataques del diablo. En Efesios 6:16, Pablo escribe, "Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno". Nótese que el hecho de que Pablo nos dice que debemos "tomar" el escudo de la fe para poder detener los ataques satánicos, indica que si no lo tomamos-- si no confiamos en el Señor-- sus dardos nos podrán alcanzar. De manera que cuando decidimos no creer en las promesas de Dios -- en este caso sus promesas de protección-- es como que dejamos caer el escudo de la fe y, entonces, nuestra incredulidad nos deja expuestos a los dardos de fuego del maligno. Esta es una razón por la cual muchos creyentes son constantemente acosados por Satanás.

La historia de Job es una buena ilustración de las enseñanzas de 1 Juan 5:18 y Efesios 6:16. En ella podemos ver cómo Satanás tuvo que específicamente pedirle permiso al Señor antes de atacar a Job porque, en sus propias palabras, Dios había colocado "una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados." (Job 1:10 La Biblia de las Américas) ¡Un escudo protector rodeaba a Job! Por esta causa, el diablo no podía provocar un accidente para hacerle daño a uno de sus hijos, ¡ni tampoco podía meterse con su carro o su computadora! ¡El no podía ni tocar a este hombre de Dios!

También en el Nuevo Testamento vemos cómo Jesús le dijo a Pedro: "Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos ustedes..." (Lc. 22:31, Biblia en Lenguaje Sencillo) De manera que es claro que el enemigo no puede atacarnos a su antojo porque, como dijo David, "Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado". (Sal. 28:7 RVR 1960) Así es, mi hermano(a), ¡Dios es un escudo alrededor de aquellos que confían en El!

Ahora bien, no quiero que entiendas que te estoy diciendo que si tenemos suficiente fe, Satanás nunca más nos volverá a atacar, porque eso no es lo que la Biblia enseña. De vez en cuando Dios permitirá que él nos ataque, lo cual, es parte de nuestro crecimiento como cristianos. Igualmente nuestros pecados pueden dar lugar al diablo. (Ef. 4:27) Sin embargo, es importante entender que la idea de que el enemigo nos puede acosar constantemente no es bíblica.

Hermano(a), es verdad que Satanás vino para "robar, matar y destruir," (Jn. 10:10a RVR 1960) pero también es cierto que Jesús vino "para deshacer las obras del diablo." (1 Jn. 3:8 RVR 1960) De manera que si tenemos una fe inconmovible en Dios, El detendrá todos sus ataques en nuestra contra y no podrá tocarnos. Y si nuestra confianza en Dios y sus promesas es nuestro escudo, Satanás nunca podrá impedirnos que vivamos una vida de victoria en el Señor, por lo cual podremos decir con el salmista: "'La palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian.' Y, ' Tú me libras del furor de mis enemigos...'" (Sal. 18:30, 48 NVI) ¡Amén!

En el amor del Señor,

Miguel A. Cañete
Tomado de Vientos de Avivamiento

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