Monday, October 12, 2009

¿Por qué ser santos?

¿Alguna vez has enfrentado una tentación que parecía ser demasiado atractiva como para rechazarla? Si es así, entonces, quizás te hallas preguntado: "¿Por qué no debo hacer esto? ¿Por qué no pecar? ¿Por qué debo ser santo?" Si bien nunca haríamos estas preguntas en voz alta, estas son interrogantes para las que es importante que tengamos una respuesta clara. ¿Por qué, pues, debemos ser santos?

Debemos ser santos porque Dios es santo (1 P. 1:16). Es un concepto simple. Si Dios es tan puro que ni siquiera puede ver el pecado (Hab. 1:13), y considerando que su Santo Espíritu vive en todos los creyentes, ¿cómo podría alguien pretender vivir una vida llena de pecado y al mismo tiempo tener una buena relación con Cristo? La Biblia es muy clara cuando nos recuerda que "si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad." (1 de Juan 1:6, RVR 1960).

También deberíamos ser santos porque el pecado es sumamente costoso. La Biblia dice:

"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna." (Gal. 6:7-8, RVR 1960)

La realidad es que cada vez que pecamos estamos sembrando destrucción espiritual, emocional y, quizás, aun física en nuestras vidas y las de aquellos afectados por nuestros pecados. Y sin duda alguna la semilla que sembramos crecerá y se convertirá en un horrendo árbol, el cual, echará su sombra sobre nuestras vidas.

Es importante notar que las consecuencias de nuestros pecados no siempre son proporcionales con los pecados mismos. No, con frecuencia estos nos cuestan más, mucho más de lo que estamos dispuestos a pagar por ellos. Por otra parte, los mandamientos del Señor tienen el propósito de protegernos y de ayudarnos a vivir una buena vida. Estos no están diseñados para satisfacer los caprichos de un Dios egocéntrico, conforme Satanás quisiera que creyéramos. Ellos son como barandas que evitan que caigamos por un precipicio, y son el único camino a la verdadera felicidad. Por ejemplo, cuando Dios nos dice que debemos abstenernos de inmoralidad sexual (1 Tes. 4:3), no es que El no quiere que disfrutemos de la vida, sino que El sabe que las consecuencias de la inmoralidad son cosas como la gonorrea, la sífilis, el SIDA, embarazos no deseados, abortos, corazones rotos, familias destruidas y vidas infelices. Y El no quiere que pasemos por ninguna de estas cosas.

Igualmente, deberíamos ser santos porque no hay mejor manera de vivir nuestras vidas. No hay persona tan infeliz como un(a) cristiano(a) viviendo en desobediencia al Señor. Pero cuando no permitimos que el pecado nos enrede, entonces, podemos experimentar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, y la libertad que el Espíritu Santo da a aquellos a quienes El controla (Sal. 119:165; 2 Cor. 7:9-10; Sal. 119:45; 2 Cor. 3:17). Cuando caminamos en santidad somos instrumentos poderosos en las manos de Dios, ya que en nosotros el mundo puede ver un destello de su santidad y su pureza (2 Tim. 2:20-21). Los creyentes que andan en santidad son inconmovibles, victoriosos, y gozosos. Ellos caminarán con Dios y El caminará con ellos. Ellos hablarán con El y El les responderá; y conocerán el gozo inexpresable que experimentan los que dicen "no" al mundo y a la vieja naturaleza, para seguir a Cristo.

Así que,

"Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe..." (Heb. 12:1-2, RVR 1960)

Nunca permitamos que el mundo, la carne o Satanás nos impidan disfrutar de las bendiciones eternas que hay en el vivir vidas santas delante de Aquel que nos salvó, el cual, merece nuestra reverente obediencia. ¡Amén!

En el amor del Señor,

Miguel A. Cañete
Tomado de: Vientos de Avivamiento.

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